martes, 28 de junio de 2011

Capitulo 18

Hola bloguerillos!!
Siento mi desaparición de los ultimos dias! Esque he estado de viaje y no he parado por casa. Espero que os guste el nuevo capi :D

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La fiesta de Helena había sido bastante extraña. Todo el mundo estaba muy raro, empezando por mí misma. La certeza de que Derick se marchaba me hacía sentir una angustia incontrolableque me impedía sonreir. Marcos no había podido venir, y Nerea se sentía descolocada entre tantas parejas. Aroa parecía sentir vergüenza de estar con Ricky. Samu estaba inquieto. Yo no le conocía demasiado, ya que cuando él estaba con nosotras casi nunca hablaba. De pronto izo algorarísimo. Se acercó a mi y me dijo:

-Cris, necesito hablar contigo.
-¿Conmigo?-pregunté extrañada.
-Sí, contigo. Es importante- miró a ambos lados comprobando que no hubiera nadie-Ven por aquí.

Me condujo a la parte de atrás de la casa de Helena. Helena vivía en una casa en las afueras, con un jardín enorme lleno de árboles, plantas, bancos y lugares donde hablar sin ser visto ni oído.

-Prefiero no dar rodeos. Me he enamorado de otra chica.
-¿Cómo?
-A ver, sigo queriendo muchísimo a Helena, pero no se que hacer.

¿Por qué?¿Por qué acababa yo siempre en el medio de TODOS LOS PUTOS MARRONES?

-No se que decirte, Samu, sois tú y Helena, de toda la vida...
-Da igual, olvidalo. Sólo necesitaba decírselo a alguien. Prométeme que no le dirás nada a Helena.
-De acuerdo, te lo prometo.

Pues eso, todo rarísimo. Me había levantado aquella mañana sin poder parar de darle vueltas a todo lo que había pasado la noche anterior.
Derick llegó a casa al mismo tiempo que mis padres se fueron.

-Antes de que me digas eso tan importante, espera un segundo.- Me acerqué a él y le besé. Sentí sus labios fríos, faltos de pasión, como si su alma hubiera vuelto ya a Inglaterra y solo siguiese su cuerpo inerte. Fue un beso triste y melancólico.
-En primer lugar, te quiero. Nunca había sentido algo así por nadie antes, pero no puedo tenerte como me gustaría. No quiero enjaularte. Quiero que seas libre, que hagas lo que quieras cuando me vaya. Pero también quiero que nunca olvides que eres lo mejor que me ha pasado nunca. Y que no me olvides. Yo nunca lo haré.

Entonces lo sentí. Estaba preparada. Cogí a Derick de la mano y le conduje a mi habitación. Empecé a besarle y a desvestirle lentamente con mis manos. Fue mágico. Me llevó a un lugar donde nunca había estado y del que deseaba nunca volver. Era perfecto. Entonces alcé la cabeza y le vi. Mario. Me llegó a la cabeza como un torbellino. Está claro que el corazón termina siempre siendo el que elige.
Me vestí y salí a la calle corriendo. Corría mientras una lágrima surcaba mi mejilla colorada. Llegué a un parque. Estaba vacío. Me escondí en una de esas casitas de madera donde juegan los niños. Me encantaban esas casitas. Me hacían sentir niña otra vez. Era como si los problemas desaparecieran aunque solo fuera un instante. Pasaban los minutos y yo lloraba.

-Parece que alguien ha tenido un mal día.
Levanté la vista. Un chico rubio se encontraba frente a mi. No le conocía de nada, pero en esos momentos me dio igual.
-Malo no, horrible.
-Toma- me alcanzó un pañuelo.-Desahógate conmigo.

En esos momentos no lo pensé, si no, no le habría contado mi vida personal a un auténtico desconocido. Le conté lo que me acababa de pasar con Derick, le conté lo de Mario, lo de Pablo, lo que me había contado Samu la noche anterior... Acabé relatándole toda mi vida a un completo desconocido. Un completo desconocido que no solo escuchaba y comentaba, sino que iba intercalando sus propias historias. Me enteré de que tenía novia, pero que él tenía la sensación de que iba a dejarle pronto, me contó que a su madre estaban a punto de operarla y que su mejor amiga le había confesado que era lesbiana y no tenía ni idea de como abordarlo. Y así, él y y, nos abrimos el uno al otro. Eramos como dos viejos amigos que lo saben todo el uno del otro.
De pronto, miró su reloj y exclamó:
-¡Me tengo que ir! Dios mío, se me he hecho tardísimo. Ya nos veremos.-Me guiñó un ojo y salió disparado.

Me quedé sentada un par de minutos en la casita de madera pensando en lo que acababa de hacer. Le había contado toda mi vida a un desconocido que había aparecido de la nada con un paquete de pañuelos. ¿Quién era el chico misterioso?

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