viernes, 14 de octubre de 2011

Capítulo 26

Hola chicos!! Aquí estamos una semana más con mis Pequeños Detalles Sin Importancia :) Para los nuevos podeís pinchar aquí para el enlace al Capítulo 1. Espero que lo disfrutéis!

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Me desperté aquella mañana con las palabras de Nico en la boca, sabía que me sonaban de mucho, pero no era capaz de recordar de qué. Entonces me di cuenta. Todo encajaba.

-Mama,¿los libros de texto de primaria están en casa?
-No, hija, los llevamos a casa de la abuela cuando hicimos la reforma, ¿no te acuerdas?
-Si claro, me tengo que ir.

Salí corriendo hacia casa de mi abuela. Vivía a unos 10 minutos andando, pero llegué en la mitad.

-Hola abuela, necesito la llave des trastero-dije mientras entraba por la puerta.
-No me has dado ni un beso y ya me estás pidiendo algo.¡Cómo se nota que eres hija de tu madre!
-Perdona abuelita-le dije al tiempo que le daba un beso rápido en la mejilla-Pero necesito esa llave cuanto antes.
-Coge la llave, está en el cajón que hay debajo de la estatuilla del San Antonio.

La cogí en un momento y bajé veloz al trastero. Entre un montón de cajas, trastos viejos y recuerdos olvidados encontré una caja cuyo rótulo era "CRISTINA, PRIMARIA". La abrí. Entre un montón de dibujos míos de pequeña encontré lo que había ido a buscar. El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Lo abrí y vi que no era mío. Nicolás Mendoza. Era él. Nico era el principito, y esas palabras estaban sacadas del libro. Nada era coincidencia.
Empezó a sonar mi móvil. Nico. No quería cogérselo. Rechazar. No quería hablar con él, pero a pesar de todo le envié un mensaje.

"Sé que eres tú. Sé que eres el principito. Déjame en paz. No quiero saber más de ti."
Apagué el móvil. Sentí miedo. Nico sabe donde vivo. Ha entrado por las noches. Volví corriendo a casa si siquiera despedirme de la abuelita. Todavía sujetaba el libro entre mis dedos cuando llegué a casa.

-Cris, ha venido a verte un amiguito tuyo. Está arriba en tu habitación.-dijo mi madre en cuanto me vio llegar.-Dice que tienes el móvil apagado.

Corrí hacia arriba horrorizada, temiendo ver de nuevo a Nico.

-Joder, Mario, que susto me acabas de dar.
-¿Y esa cara? Ni que hubieras visto un fantasma.
-No estoy para bromitas.¿Te acuerdas de Nico, el chico de ayer, de la fiesta de Aroa?
-Como para olvidarle, llevas dándome le coñazo con el chico ese durante semanas.
-Es él.
-¿Que?
-Es el principito.
-¡¿Queeeee?!
-Como lo oyes. Es el de las notas. Es el de la rosa. Es él.
-¿Y qué piensas hacer?
-No lo sé, Mario, tengo miedo.
-Haz caso a tu corazón. Yo solo sé que ayer en la fiesta no podías parar de sonreír . Y él te miraba con unos ojillos... Le brillaban tanto que aún no entiendo como no te cegabas al mirarle. Creo que no tienes por qué tener miedo. Él te quiere, lo que pasa es que no encontró una buena forma de demostrártelo.

Abracé a Mario. Después de hablar con él me sentí mucho más relajada.

-A todo esto, ¿tu que haces aquí?-me pareció raro que entrase, pues él solía siempre esperarme fuera.
-Yo también necesito consejo.
-¿A si?¿Qué te pasa?
-Voy a decírselo a mis padres.

Hubo un pequeño silencio, entonces Mario rompió a llorar y me abrazó.

-No puedo seguir escondiéndome-dijo entre sollozos.
-¿Crees que se lo tomarán bien?
-No lo sé, la verdad. No es que sean los padres más liberales del mundo, pero tampoco son del Opus. Necesito que me ayudes.
_Tienes que buscar el momento adecuado, un momento en el que no estén ni cabreados, ni tristes ni especialmente contentos. Por cierto, ¿qué pasó al final con el chico que ibas a traer a la fiesta de Aroa?
-Se rajó. Todavía no se siente preparado para decírselo a nadie, ni para dejarse ver con otro chico en una fiesta, aunque nadie le conozca. Por eso necesito decírselo.
-¿Quieres que vaya contigo?
-Gracias-dijo mientras la última lagrimita corría por su mejilla-Pero esto es algo que debo hacer yo solo.

Le abracé de nuevo. Mario era tan valiente...


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